Personaje desarrollado por el escritor angloescocés sir Arthur Conan Doyle (El cual vivió durante los años 1850-1930), personaje principal de una sucesión de novelas y cuentos policíacos (v. Aventuras de Sherlock Holmes). «Alto, flaco, de cráneo marcadamente dolicocéfalo, de rostro afilado y vivaz, enmarcado por el cubreorejas de su gorra de viaje», con largas manos sensitivas y nerviosas, su «mayor defecto, si defecto puede nombrarse, fue siempre una extremada repugnancia a comunicar sus proyectos a los otros antes de que hubiera llegado el instante de la acción…, reserva que en parte puede atribuirse a su carácter dominador, poco inclinado a escuchar visualizaciones o consejos, pero cambien a alguna afición a los golpes de escena imprevistos y extraordinarios, de la cual jamás supo liberarse». «Raras ocasiones se abandonaba a muestras de alegría, pero su risa siempre era mortal para alguien».
Otras propiedades suyas son su indolencia absoluta, que de repente deja por una energía sin par, su eterna pipa, su jeringa de inyecciones y su habitual batín, que debe ponerse siempre que quiere recogerse y meditar. En relación a sus métodos de exploración, baste el siguiente diálogo para ofrecer un concepto dé ellos: «Permítame usted que le llame la atención sobre el extraño hecho del perro en la noche». «Pero el perro no logró nada…». «Precisamente éste es el raro incidente… Elemental, amado Watson, ya conoce usted mi método…». La personalidad de Sherlock Holmes aparece tan vivida de las páginas de Conan Doyle que justifica la erudita broma de que se hayan escrito cinco o seis volúmenes de autores modernos como Ronald Knox alrededor de la biografía crítica de Sherlock Holmes, como si se tratase de un individuo que hubiera verdaderamente vivido. Por lo demás, se ve que su figura fue sugerida a Conan Doyle por la curiosa personalidad de cierto médico muy popular de -Edimburgo.